lunes, 3 de marzo de 2008

Una tarde en el Zócalo

Caitlin, Jason, Myra, Danielle

Mientras Jorge caminaba por las calles, experimentaba muchas cosas. Las calles de Oaxaca eran de piedra y estaban llenas de gente. A cada lado de la calle veía edificios antiguos de piedra gris con balcones, en los cuales había restaurantes, tiendas de artesanías y residencias. Los olores de varias frutas cubiertas en chiles llenaban el aire y se mezclaban con varias flores de los árboles. En el centro los mariachis tocaban unas canciones de amor.

Este día había otro ruido creciendo por el zócalo. Los profesores continuaban juntándose durante el día en protesta de las condiciones en las escuelas y para sueldos más justos. Él fue al zócalo en solidaridad.

Jorge era un hombre de 25 años, tenía la barba de unos días, llevaba una camisa con el rostro del Ché, era un hombre misterioso. Era obvio que no prestaba mucha atención a su apariencia. Tenía pelo largo y silvestre.

Él se fue a su café favorito que se llamaba El palacio y se sentó. Empezó a leer el periódico sobre la revolución que estaba manifestando en la ciudad. Él comprendía las frustraciones de los profesores y estaba listo para apoyarlos.

Mientras Jorge estaba leyendo, al otro lado del café había una chica bella que parecía ser un poco más joven que Jorge, llevaba maquillaje, y su apariencia era bien arreglada. Llevaba un vestido rojo y tenía pelo oscuro hasta sus hombros. Ella era joven e ingenua pero tenía mucha inteligencia sobre el arte y no tenía miedo de expresar sus opiniones. Ella era una estudiante de la universidad de Benito Juárez. Ella observó a Jorge. Para ella, él era un hombre interesante. Lo miraba con interés porque parecía tener un secreto.

Ella caminó a la mesa de él y miró por encima de su hombro el contenido del periódico que describía lo que pasaba con los problemas de educación.

- ¿Puedo ayudarte? dijo Jorge.

- No. Pero noté que estás leyendo sobre los problemas de la educación. El problema más fuerte
en Oaxaca es el sistema de salud.

Ella tomó una silla en la mesa.

- Perdón. No sabía que estaba hablando con una experta de salud.

- No. Soy estudiante de arte en la universidad. Solamente soy experta de Botticelli.

- ¡Uh! Pues estoy seguro que sabes mucho de la salud. ¿Cómo puedes asistir a una universidad y no apoyar a los profesores?

- Si vamos a debatir sobre los problemas de Oaxaca, necesitamos una botella de vino.

- Buena idea.

Ellos charlaron con una botella de pinot noir y discutieron el motín en el Zócalo. De repente afuera del restaurante escucharon mucho ruido, vieron a personas corriendo en la calle y oyeron gritos. Las calles que habían estado llenas de música y olores agradables ahora estaban llenas de terror y gas lacrimógeno. La policía marchaba al zócalo con sus escudos y batutas. Tenían la intención de golpear a cualquiera que no pudiera escaparse...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

. . . Jorge le dije a la mujer,
--¡La violencia debe dejar! Yo sé un abreviado al zócola, del lado opuesto de la policía que marchar. Necesito ir a avisarlos. Necesitan ser preparados para el ataque.
--¿Me permite ir consigo?
--¿Estás seguro? Estará peligroso.
--Estoy joven y no sé todo que sobre la situación, ¡pero yo sé que no estoy acuerdo con el uso de la brutalidad de policía para mantener la orden! Quiero ayudarte en la resistencia a esta injusticia.
Jorge sonreía y asentó con la cabeza, con aprobación y respeto.
--Bueno—él le dije—Vamos entonces. Debemos darnos prisa.

Megan McBride dijo...

-Pienso que necesitemos más que esta botella de vino ahora, ella dice y arrebata la muñeca de Jorge.
Ellos corrieron por el café y salieron por la puerta atrás. Ella sabía exactamente donde quería ir y Jorge cumplió. Cuando llegaron a una motocicleta, ella tiró a Jorge un casco y saltó a la motocicleta. Los dos montaron por el zócalo y la policía sin problemas.
-¿A dónde vamos? Jorge gritó.
- Necesito hablar con un viejo amigo.
Después de quince minutos, llegaron a la comisaría y ella bajó de la motocicleta.
-¿En serio? Jorge preguntó.
Ella no respondió, solamente abrió la puerta. A dentro del edificio, había un hombre detrás de un escritorio grande.
- Hola, Miguel. ¿Dónde está señor González? Ella preguntó.
Miguel pareció nervioso pero él no necesitó decir una palabra porque en este momento, un hombre muy elegante y confiado entró la sala. Ella vio él y sonrió.
-Hola, Señor, dice ella, aquí es Jorge, como prometió. ¡Ahora, deje la policía!
Sr. González asintió con la cabeza y Miguel llamó alguien por teléfono. Dos hombres aparecen en la sala y arrebatan a Jorge con mucha fuerza.
-Buen trabajo, Nuria, dice Sr. González. Y ahora, Jorge, necesitamos saber todas las cosas que tú sabes….
Jorge se despertó en la calle dos semanas después de este evento sin memoria. Había una bolsa con dinero y una lleve en sus manos. Aunque no podía recordar nada sobre las semanas pasadas, él tenía un mal sentido en su corazón.

Paul Bognanno dijo...

Jorge sabía en este momento que algo muy mal estaba ocurriendo afuera del restaurante. En las semanas anteriores había ido más tensión entre el gobierno y los manifestantes que se estaban inquietados por las condiciones de las escuelas y sus sueldos. Mucha gente ha juntado con los profesores en sus protestas porque estaban de acuerdo con sus posiciones y el gobierno quería parar su protesta completamente y inmediatamente. Aunque la protesta no era violenta los oficiales entendían que si el mensaje ha continuado extenderse ellos tendrían gastar mucho dinero para pacificar la situación.
En el café toda la gente empezaba a volverse loca. Nadie sabía qué quería hacer la policía salvo que estaban golpeando todas las personas en su camino y en las tiendas y cafés acerca. El dueño gritó que todos les ponían de patitas en la calle para evadir la destrucción masiva de su café. Jorge agarró la mano de ella y los dos corrían fuera la puerta y se escondían en el medio de una guerra. Los dos zigzagueaban entre oficiales de la policía golpeaban heridos y velas de gas lacrimógeno. Él iba delante y los dos buscaron un rincón escondido detrás de un gran arbusto. Estaba en este momento que ella, por la primera vez, decía su nombre.
- “Soy Lucy,” dijo ella. “Mucho gusto."
Desde este momento la pareja ha ido inseparable y les prometieron que nunca va a perder el otro.

Eric dijo...

...Hijole!, gritó Jorge. Nunca me imaginaba que pasaría así, farfulló la mujer.
Ay, no seas ingenua! Y tu nu seas pendejo!
-Bueno, lo siento mucho. Perdí mi cabeza. Mejor nos sirviría huir este motín. OK?
-Me debes más de una disculpa.
-Creo que sé un atajo entre la oficina de correos y el banco Santander. Por aquí, con ganas! Se fueron corriendo.
Huyeron por la multitud. Las manifestantes parecían fracturar debajo la ameneza de la policía con sus batutas y gas lacromógeno. Estaban todos corriendo, huyendo, por todos lados. Los que no escaparon en los primeros momentos, quedaron trapados, rodeados por el ejercito y la policía en la plaza donde estaban acampadas por casí un mes.

Jorge y su nueva cómplice llegaron a le esquina norte del zócalo y corrieron al oeste unos metros mas antes de entrar, con varios otros, el callejón. Subieron hacia la plaza de Santa Maria donde Jorge dijo que tenía la casa de su familia.
Llegaron a la puerta sin aliento. Entraron el edificio antiguo y cerraron la puerta atras. Jorge y la mujer, mano a mano, subieron la escalera hasta el tercer piso donde Jorge abrío una puerta a un cuarto grande, lleno de gente organizando algo. La mujer pensó que era una operación, o tal vez un NGO. Pero luego, despues de ver casi todos vestidos en camisetas llevando el acrónimo APPO, le dío cuenta de que Jorge no fue tan innocente como pensó ella en el restaurante. Supó que su día apenas haber empezado...